martes, 20 de noviembre de 2018

A mis veintiséis



Como si no fuera suficiente con todo lo que tenemos que aprender en la vida, encima hay que enfrentar el terrible problema de desaprender lo que ya sabíamos y no nos sirve, de borrar los archivos previos que ya han quedado como obsoletos. 

A pesar de que en general estoy convencida de que lo estoy haciendo todo súper bien, y estoy tomando las decisiones correctas, resulta que de pronto me invade la angustia, dudo de mi propio juicio y me empiezo a cuestionar todas y cada una de mis decisiones.
 Sin darme cuenta ni a qué horas ni cómo, me brotó en el alma una especie de gemela maligna que se dio a la tarea de masacrar a mi parte más rescatable.  Con prestar un mínimo de atención, es posible adivinar desde los intercambios más tempranos a qué obedece la soltería de la persona que tenemos enfrente, y lo que nos queda es decidir si podemos o no solventar o negociar esos motivos.

Encontrarnos a nosotras mismas como mujer es un privilegio de sensatez.  



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